Almagro acontece de pie, en las orillas de los pozos hacia abajo, en
esquinas, baldosas, cuartos, en su diario cubrirse de diarios. El águila crece
en las alturas, y la vemos. Sí, no un águila sino un aguilucho. Cuando los
niños duermen el hada recita cuentos sola y la duda se apila en los estantes.
Cada túnel tiene su destino negro, y es ir hacia algún lado, a cielos
prohibidos, con alguna fe comprada en el sur. En el mármol los diversos
quijotes son altos, en el laberinto de las agonías, su fuego, sus leones, el
destino de ser como una rosa. Desde el remoto tiempo, acontecen decires
presurosos, divinidades premiadas, devenires de templanza, que conviven con el
crepúsculo. Así, entre palabras que forjan una escalera significativa, suben
los mundos paralelos. Esos que en Quito y Muñiz chocan con el
vecino de la esquina.
Las pisadas indebidas, la estúpida suerte librada al deber, apariencias
que conmueven, que creen saber el fin de sus medios y el comienzo de sus
miedos. Despegada de la palma de su mano esa caricia que funda esta ciudad,
dictada de palabras que son tu nombre, alejada del fastidio y devuelta a una
frontera escondida. En la guerra, nuestro combate privado, una idea que del
alma nos acerca al nosotros aunque todas las verdades desaparezcan.
De la mano del decir encuentro tu recuerdo como si la tinta diera el
salto de lo oscuro, de las sombras, a la arena del eco en la orilla de la
memoria. Ya está hecho el ahora de manos que tejen, de miradas, de momentos, del
perfume de tus rocas, soledades, del fondo más pesado del espíritu, un oasis
que inventa desiertos. Y el final que se desmaya en el humo, y duerme entre tus
brazos.
Un espejo vino a verme, el futuro pasó alguna vez por la puerta, y
entró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario