domingo, 11 de julio de 2010


Toma la copa con las manos secas, el pelo acostado en el respaldo de la silla, su codo mide la distancia a la pared; cuarto perforado de palabras que no se recuerdan entre sí pero que han quedado retenidas como cuadros pendientes del sonido. Ella distingue el color de la mirada olvidada sobre un nombre inventado tantas veces, mientras arrolla el mar ese vacío construido con piedras de un camino dividido en norte y sur, por donde él se pierde cada noche hasta encontrarla escondida en las sábanas negras de seda.

Ella reconoce las huellas que dejan en la piel sus ojos. En el fondo las luces, el equipaje, él no sabe su maravillosa agonía súbita, la mano cubrirá por sí misma su pregunta y lo acariciará con ecos privados, lentamente… es cuando una suerte destruirá el miedo. Quedará vacía de mar, despierta, con palabras olvidadas, pero se alejará esa noche así como un ligero golpe, sin esperar. Él no sabe, el quería una mujer y era ella, había cerrado la soledad con su nombre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Casi pierdo el celular en la noche de los museos por sacar esta foto, el mejor cuadro de la noche. Sandra