Me ofrezco loba para tu luna. El frío es un río que
desemboca en tus labios, como una ofrenda a los ojos del gato, sobre la mano
sangrienta de un oso en pelea, sin los caballos del jinete amenazado siete
veces. Me convierto en la serpiente de tu cuello, y te llevo alado a la sal del
mar, para dejarte aullando al papel que enfrenta la noche como murciélago
cansado. Sobre todos los tejados me he sentado esperando el humo de la chimenea
de un hogar que nunca tuve. Hermanos callados que tejen muertes en otros
barrios acanalados, moviendo las ratas hambrientas de mi vientre inflado, así,
con el miedo atado al corazón ando. Sobre un tigre de oro salta el sapo y posa
para el perfil de un escarabajo egipcio que todavía no nació y ya habla, como
cotorra de plaza de pueblo, ahí donde los perros ladran a los autos ciegos de
esquina abandonada. Y ni que hablar de la cigüeña que sigue trayendo vidas que
no cuido. Enfrento bestias que fingen paz siendo la guerra, dragones que
escupen el fuego que te guardo.
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