Calma un momento tus soberbias ondas,
Océano inmortal, y no a mi acento
con eco turbulento
desde tu seno líquido respondas.
Cálmate, y sufre que la vista mía
por tu inquieta llanura
se tienda a su placer. Sonó en mi mente
tu inmenso poderío,
y a las playas remotas de occidente
corrí desde el humilde Manzanares
por contemplar tu gloria,
y adorarte también, Dios de los mares.
Héme en fin junto a ti: tu ardiente espuma
el alto escollo sin cesar blanquea
do entre temor y admiración te miro.
Inquieto centellea
en tu cristal el sol, que al occidente,
de majestad vestido, huye y se esconde.
¿Dónde es tu fin? ¿ En dónde
mis ojos le hallarán? Con pie ligero
tú te tiendes y corres, y llevado
cual en las alas de Aquilón sonante,
mi espíritu anhelante
te sigue al Ecuador, te halla en el Polo,
y endeble desfallece
a tanta inmensidad, ¿te hizo el destino
para ceñir y asegurar la tierra,
o en brazo aterrador hacerle guerra?
¡Ay!, que ese resonante movimiento
me abate el corazón. Yo vi las mieses
agitadas del viento
en los estivos meses,
y dóciles y trémulas llevarse,
y en seco son de su furor quejarse.
Vi el vértigo del polvo, y vi en las selvas,
contrastados también los altos pinos,
sacudirse y bramar; mas no este ciego,
este hervir vividor, estas oleadas
que llegan, huyen, vuelven,
sin cansarse jamás: tiembla la arena
al golpe azotador, y tú rugiendo
revuélveste y sacudes
una vez y otra vez: al ronco estruendo
los ecos ensordecen,
los escollos más altos se estremecen.
2 comentarios:
hermoso
Genial!
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