Las cortinas abren el cielo,
no todo el cielo, un pedacito,
hasta enero también abren jazmines y enredaderas,
hasta marzo los brillos sueltan alas,
entonces hablamos como si se posara la voz en los ojos
y resonaran pestañas contra cejas;
las cortinas abren madrugadas,
abren rocíos, abren la noche, no toda la noche,
un pedacito, y la cierran.
jueves, 16 de julio de 2015
miércoles, 1 de julio de 2015
Adelante... después de usted.
Pasará como un viento que se lleva la gorra, como una película, un
heladero, un tema (o el tópico repetitivo), como un ciempiés escapando
de la zapatilla, el colectivo, como las estaciones del tiempo y del
tren, los 20 años. Pasará, como Pedro caminando, como el 11 de
setiembre, como el fuego de la parrilla, el dueño de Pernambuco, la
lancha del tigre, el Italpark, un partido de fútbol, como los pantalones
Oxford, el hambre o la sed, como la lluvia, el presidente del consejo
directivo, la máquina de hacer café, el primer novio, la fragancia de un
perfume importado, como el cigarrillo, una mariposa perdida en capital,
la obra del Alvear.
Todo pasará en la dimensión del pote
abierto a las vicisitudes, el tupper destapado, la comida que se quema. Y
no hay consuelo debajo de la cama o atrás del placard en el juego de
las escondidas que pasaron, ni siquiera en la cacerola del puchero
inmortal. Dimensión de seres aferrados al devenir para pararlo con el
voto atento o con la mano abierta o con el cuerpo entero tirado a un
lado de la cosa que se mueve para todos lados, como si viviera, che, con
la increpitud de una langosta saltarina. Si saltara para atrás como un
cangrejo con patas largas! Pero no, la cosa se contenta con seguir para
adelante, dejándonos, como el hijo que cumple 18.
Pasará el suelo
amplificado como una plataforma cimentada a los pies que andan
deslizándose, y el oído que contiene los caminos, los rostros tantos que
trasuntan por la calle cuanta lejanía queda por acercar. Pasarán
abiertamente los ojos por el alma desnuda, y las manos y el cuerpo
entero enfurecido por las sospechas del amor; y las vicisitudes
frenéticas guardadas en el frasco de los remedios para las horas de
nostalgia, el ansia sofocada con la oración del bocado delicioso,
glotones camuflados de creencias para disimular los kilos pasados, como
pasan las tertulias con el vino en la mano, la tormenta de Santa Rosa,
el sonámbulo por la puerta de la habitación.
Pasará el sueño
cuando se levanten los párpados pesados de tanta realidad que no deja de
pasar. Pero ante tanta pesadez, no hay otra, mi querido, que dejarse
pasar a uno mismo con un gesto ceremonioso, las manos acompañando el
movimiento de la espalda hacia adelante y pase, mi querido, pase usted
también que nadie es último ni primero, sino simultaneos pasares que a
veces se chocan los hombros.
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