El
fantasma que seré se reirá de esto que soy, soplará las velas y correrá entre
el asfalto de las flores del jardín en paz. Tendrá las manos gruesas pero
invisibles para tomar la nada por el todo, en un abrazo desmesurado con otros
fantasmas que ya son. El fantasma que seré tiene alegrías despeinadas, y sabe
cocinar aunque ya no ejerce. Obedece a la ley de la no gravedad, a la obligación
de ser
libre, a la voluntad de ocultarse de los otros, y es perseguido por una marea
de ilusiones. Vuela imitando un viejo sueño, se pierde cada tanto
para revivir la añoranza del que soy. El fantasma que seré se habrá diplomado
de la vida y andará con el sobrepeso del orgullo alivianado, queriendo
participar en vano a otros. Sabe tocar el piano y sus conciertos son aplaudidos
por un loco que canta. El fantasma que seré a veces parece
adivinarse en un gesto del que soy, como si se fuera preparando, añadiendo
gustos, buscando amigos. El fantasma que seré escribe esto que digo.