Sentada en el borde de la vida,
la copa llena, el cuerpo vacío,
sola como las olas que se saben acompañadas,
en el cuarto menguante donde duermo sin ti
paciendo sueños…
viernes, 27 de enero de 2012
sábado, 14 de enero de 2012
como una pluma blanca volando ágil
como una pluma blanca volando ágil, un frac blanco, un sorbo de agua de manantial entre las manos, como la encomienda de la porcelana china de la abuela, el último cajón de la mesada roto, una mañana de resaca, una copa de cristal, como un pasado efímero y un futuro inmediato en la sala de espera, como una ola rompiéndose en la playa, un pez perdido en el acuario, un suspiro, la tempestad luego, el desembarco de Normandía, como el vidrio empañado detrás de la lluvia, un paso que hace dudar al camino, una marioneta abandonada, una serpiente envestida, como un valiente descansando, frágil como la otra cara de la moneda, como el espejo abandonado...
sábado, 7 de enero de 2012
Oda al Mar - Manuel José Quintana (1772-1857)
Calma un momento tus soberbias ondas,
Océano inmortal, y no a mi acento
con eco turbulento
desde tu seno líquido respondas.
Cálmate, y sufre que la vista mía
por tu inquieta llanura
se tienda a su placer. Sonó en mi mente
tu inmenso poderío,
y a las playas remotas de occidente
corrí desde el humilde Manzanares
por contemplar tu gloria,
y adorarte también, Dios de los mares.
Héme en fin junto a ti: tu ardiente espuma
el alto escollo sin cesar blanquea
do entre temor y admiración te miro.
Inquieto centellea
en tu cristal el sol, que al occidente,
de majestad vestido, huye y se esconde.
¿Dónde es tu fin? ¿ En dónde
mis ojos le hallarán? Con pie ligero
tú te tiendes y corres, y llevado
cual en las alas de Aquilón sonante,
mi espíritu anhelante
te sigue al Ecuador, te halla en el Polo,
y endeble desfallece
a tanta inmensidad, ¿te hizo el destino
para ceñir y asegurar la tierra,
o en brazo aterrador hacerle guerra?
¡Ay!, que ese resonante movimiento
me abate el corazón. Yo vi las mieses
agitadas del viento
en los estivos meses,
y dóciles y trémulas llevarse,
y en seco son de su furor quejarse.
Vi el vértigo del polvo, y vi en las selvas,
contrastados también los altos pinos,
sacudirse y bramar; mas no este ciego,
este hervir vividor, estas oleadas
que llegan, huyen, vuelven,
sin cansarse jamás: tiembla la arena
al golpe azotador, y tú rugiendo
revuélveste y sacudes
una vez y otra vez: al ronco estruendo
los ecos ensordecen,
los escollos más altos se estremecen.
Océano inmortal, y no a mi acento
con eco turbulento
desde tu seno líquido respondas.
Cálmate, y sufre que la vista mía
por tu inquieta llanura
se tienda a su placer. Sonó en mi mente
tu inmenso poderío,
y a las playas remotas de occidente
corrí desde el humilde Manzanares
por contemplar tu gloria,
y adorarte también, Dios de los mares.
Héme en fin junto a ti: tu ardiente espuma
el alto escollo sin cesar blanquea
do entre temor y admiración te miro.
Inquieto centellea
en tu cristal el sol, que al occidente,
de majestad vestido, huye y se esconde.
¿Dónde es tu fin? ¿ En dónde
mis ojos le hallarán? Con pie ligero
tú te tiendes y corres, y llevado
cual en las alas de Aquilón sonante,
mi espíritu anhelante
te sigue al Ecuador, te halla en el Polo,
y endeble desfallece
a tanta inmensidad, ¿te hizo el destino
para ceñir y asegurar la tierra,
o en brazo aterrador hacerle guerra?
¡Ay!, que ese resonante movimiento
me abate el corazón. Yo vi las mieses
agitadas del viento
en los estivos meses,
y dóciles y trémulas llevarse,
y en seco son de su furor quejarse.
Vi el vértigo del polvo, y vi en las selvas,
contrastados también los altos pinos,
sacudirse y bramar; mas no este ciego,
este hervir vividor, estas oleadas
que llegan, huyen, vuelven,
sin cansarse jamás: tiembla la arena
al golpe azotador, y tú rugiendo
revuélveste y sacudes
una vez y otra vez: al ronco estruendo
los ecos ensordecen,
los escollos más altos se estremecen.
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