Abrir la puerta de los ojos,
la boca del respiro superfluo,
mirar por la ventana de las nubes,
del miedo, de las rejas, de los gatos,
las ancianas que miran, los nenes asomados,
las plantas apostadas, la ropa secándose,
las ventanas abiertas, cerradas,
altas, bajas, grises, profundas, calientes,
inmensas, imaginarias, desafiantes, prematuras,
instruidas, bienvenidas, trasnochadas,
silenciosas, divertidas, solteronas, bellas,
dibujadas, de madera, viejas, nuevas, vendidas, compradas,
las ventanas que se saltan, respiran, mueren,
las que caminan lento, las que tejen esperanzas,
las que velan espiando, las que te hacen pensar,
alguna amarilla, verde y azul de Caminito,
una ventana enmarcada sobre un cuadro,
sobre el retrato del ahora, el precipicio de lejos o de cerca,
la tenue cortina que vuela, un hombre corre en la plaza,
los bancos desmayados sobre las hojas del invierno,
bendecidos con la brisa de la madrugada, tiemblan,
las ventanas que se pelean en un callejón,
a las que les llegan barcas, marionetas, lluvia,
la ventana al paraíso al otro lado del infierno,
las que dejan entrar un pedacito de cielo, de frío, de espera,
con la mesa puesta, el corazón herido,
tantas y una sola ventana del adentro,
del sol de la mañana,
de la tarde que te trae de regreso.