viernes, 13 de mayo de 2011

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llora el día y la noche se inunda...

llora la luna y los amantes se pierden...
llora el futuro y el presente se empaña...
llora el recuerdo y se humedece el olvido...
llora el cuerpo entero su dolor sobre las sábanas…
llora el poema su tinta y el desierto se puebla de palabras...

sábado, 7 de mayo de 2011

Taconeando


El cuarto menguante, la clara luna en la ventana, y yo bailando sobre las ruinas, sobre el diluvio, sobre los espejos del pasado, bailo, sobre la arena rota del tiempo, sobre el acantilado, sobre la cama, sobre un sobre cerrado y enviado por correo, sobre todos los estantes del saber, sobre la tropa que avanza y retrocede, sobre la avaricia y el engaño, sobre todas la especulaciones posibles, sobre tu rencor y el mío, bailo sobre las desgracias, esas gracias que se deshacen sin querer, sobre los compartimentos estancos de un pensamiento atiborrado, sobre las esgrimas de la inteligencia marchita, sobre los secretos nunca dichos, ahí, donde florece la aurora, sobre el amanecer que no se rinde nunca, por ahora, sobre la prepotencia del sol, y la vergüenza de la lluvia cuando apenas es un rocío, ahí, debajo de un paraguas de dudas, bailo apenas con un pie, apenas con una mano, moviendo la cadera, bailo persignándome, haciendo al ridículo respetable.

Bailo en las palabras, en el regreso, ese repetir la vuelta al mismo sitio, en la pesada carga de un tren sin pasajeros, en la Avenida de Mayo, en la Avenida de Abril y de Setiembre, en la calle que te vive todos los días en la puerta de tu casa, en el final feliz de una película que todavía no vi, en la terraza donde crecen limones custodiados, ahí donde yace desmayado con sus cruces el sacrificio que se llevó alguien a otra parte, en la planicie redonda de esta tierra inquieta, en el parecer, en el padecer, en el placer, en el remedio y en la enfermedad, hasta que la muerte me separe el cuerpo de esta alma y me lleve con el baile a otra parte.

Bailo por el boulevar de los sueños venidos a menos, y nadie vigila mi vigilia de duende encantada que baila por los pasillos de un hotel abandonado, bailo, sabiendo la hora, cantando bajito, pensando, escribiendo, haciendo libertades a mi medida, bailo, sobre el poder y sus aliados, sobre la ruta 66, sobre la Maja desnuda, sobre las Meninas y el mismísimo Velazquez, bailo abriendo la puerta para ir a jugar, sobre el mar, sobre la estupidez, sobre y en cada centímetro cuadrado que ocupa esta pieza de un mundo, abriendo los brazos, amenazándote con el dedo índice, señalándote la música que empezó todo este movimiento incesante que casi no puedo parar, bailando cuesta abajo cuesta tanto, pero bailo, casi con la insistencia de un parkison que avanza de pies a cabeza, bailo sobre todos tus muertos y todos tus vivos, bailo en la prosperidad y en la salud, abriendo los ojos en el torbellino que como un huracán me arrastra y me baila, y me empuja, y me hace caer de bruces contra el piso, entonces siento el cansancio y duermo para seguir bailando mañana, como los monos en el circo.